No, no es un cuento, pero sí una ciudad de cuento. Ni propios ni extraños sabemos explicar qué conjuro habita en sus calles, pero todos volvemos.
El anciano es un dalit, un paria, un descastado, un intocable. Casi arrastrando los pies, sale lentamente del rio...
uno se muere y se muere bien, y ahí se acaba todo; se acaba la lluvia y los desayunos, la soledad y los días festivos...
Con vergüenza, amor, con odio, con miedo, así se escribe poesía en el país que odia a las mujeres.
Tu amor por esta ciudad siempre sobrepasó toda convención. La fuerza que yo no tuve para quedarme tú la volviste semillas, abriste siempre tu pecho, a los tuyos y a los extraños, la ciudad te cubrió de besos y... Seguir leyendo →
Dejaron de dolernos sus nombres, dejamos, con mucho esfuerzo, de cargar con sus adioses. Finalmente los vencimos.
Yo cada día pienso menos en ella, tú ya no miras de reojo cuando en la calle crees reconocerlo a él.
Si hoy te buscara -como quizá debí hacerlo hace 10 años-, y tú no tuvieras ningún él, y yo no tuviera ninguna ella?