La música que escuchábamos dependía de los gustos de los vecinos: yo descubrí los boleros y la salsa gracias a algún vecino, pero también tuve que escuchar cientos de canciones de banda, duranguense y quebraditas. Ni modo. Esa es más o menos la lógica que impera en nuestros países: si un vecino tiene fiesta, te chingas.
Te llevo a los cafés de los que tanto te he hablado: este es el café Prowincja, sí, el de la historia de Szymborska; este es Pierwszy, este es Ambasada (aquí siempre encuentras a alguno de la banda).
No, no es un cuento, pero sí una ciudad de cuento. Ni propios ni extraños sabemos explicar qué conjuro habita en sus calles, pero todos volvemos.
Sita, la chica que hace la limpieza de mi edificio, y a quien a pesar de llevar el nombre de una princesa, no puedo saludar de mano por ser una dalit: una paria, una descastada, destinada por el Karma a lavar ropa, limpiar letrinas o recoger basura
Agnieszka viene a México este verano, y desde que lo acordamos pienso en si no debería mentirle un poco –o mucho- cuando llegue.
Pero Alejandro, ¿cómo lo vas a mandar solo hasta allá?, ¿y si le pasa algo? No le va a pasar nada, pos si no es tonto, ¿o sí? ¿quieres que se vuelva un inútil? Que aprenda a andar solo.
uno se muere y se muere bien, y ahí se acaba todo; se acaba la lluvia y los desayunos, la soledad y los días festivos...
Con vergüenza, amor, con odio, con miedo, así se escribe poesía en el país que odia a las mujeres.
Tu amor por esta ciudad siempre sobrepasó toda convención. La fuerza que yo no tuve para quedarme tú la volviste semillas, abriste siempre tu pecho, a los tuyos y a los extraños, la ciudad te cubrió de besos y... Seguir leyendo →