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Un tal Merino

Textos de Alejandro Merino

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polonia

Balcones vacíos

La música que escuchábamos dependía de los gustos de los vecinos: yo descubrí los boleros y la salsa gracias a algún vecino, pero también tuve que escuchar cientos de canciones de banda, duranguense y quebraditas. Ni modo. Esa es más o menos la lógica que impera en nuestros países: si un vecino tiene fiesta, te chingas.

Tan cerca de Fonsi, tan lejos de Silvio

Una cena de Año Nuevo de parejas mixtas, para rabia del gobierno ultraconservador de este país: dos colombianos, un venezolano, un español, un chileno, un mexicano y seis polacas. Vodka y guacamole, jamón serrano y sernik, zupa gulaszowa y uvas a la medianoche, szczęśliwego nowego roku y correr con las maletas alrededor de la casa.

En este momento…

Llevo un mes pensando en lo que pasó en estos seis años. O en lo que dejó de pasar, en lo que va a pasar ahora, en lo que no quiero que pase.

Romper el violín y callarse

También era verano, y mis hermanas y mi sobrino habían venido a Europa y querían conocer el campo –bueno, en realidad mi sobrino quería solo conocer estadios de futbol: el del Estrella Roja de Belgrado o el del Dínamo de Zagreb, pero tuvo que ceder-.

Mentiras del Primer Mundo

Qué triste es ver últimamente a Europa, con sus vueltas a la derecha más radical, a los nacionalismos, empeñada en negar o ignorar todo lo que esté más allá de sus fronteras, sumida, entre otras cosas, en esta gran mentira, que casi todos se creen a ciegas, como niños.

Yo solo quería una biblia (parte I)

Y todo hubiera quedado ahí, en serio, con estos dos ateos yéndose a algún bar de plac Matejki muy contentos por tener una biblia en polaco y poder consultar de vez en cuando algunos versículos. Todo hubiera quedado ahí si el señor cura no se hubiera puesto pesado e insistente. En serio, yo solo quería una biblia; con eso quedábamos a mano por las interrupciones. Pero no.

La JMJ: fe, fiesta, fanatismo

Yo me propuse observar con detalle qué es lo que hacen dos millones de católicos de todo el mundo cuando se juntan. Pasé horas deambulando entre las masas, yendo a conciertos cada día, hablando con cuanto peregrino pude, escuchando al papa, preguntando, leyendo las homilías que no pude escuchar en vivo, todo entre cantos de ¡Es-ta-es-la-ju-ven-tud-del-pa-pa!

Última parte: El regalo

Volví de España con un muy buen sabor de boca. Me bebí todo el vino que se me atravesó, me deleité con infinidad de tapas y mariscos, descubrí nuevos rincones de Madrid, me enamoré del acento gallego –y de una que otra gallega-, visité una iglesia transformada en discoteca en Toledo. A Izabela le traje, obviamente, el libro de Amarna Miller, y otro que consideré muy adecuado para que practicara su español, que ya es bastante bueno: Vamos a follar hasta que nos enamoremos, de la poeta murciana Ana Elena Pena.

Segunda parte: Cracovia para cachondos

-¿Qué tanto te gusta el sexo y el porno? –había preguntado Izabela. Y me miraba. -El sexo y el porno… -repetí tratando de ganar tiempo-. Pues… lo normal. -O sea, mucho –agregó Izabela, guiñándome un ojo. -Más que a ti, eso seguro –respondí pícaro también, tratando de seguirle el juego. -No. Te puedo asegurar que no te gusta más que a mí.

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