Sita, la chica que hace la limpieza de mi edificio, y a quien a pesar de llevar el nombre de una princesa, no puedo saludar de mano por ser una dalit: una paria, una descastada, destinada por el Karma a lavar ropa, limpiar letrinas o recoger basura
El anciano es un dalit, un paria, un descastado, un intocable. Casi arrastrando los pies, sale lentamente del rio...
Solo imaginarlo es abrumador: mil millones de personas en toda India se disponen a iluminar la noche con velas, fuegos artificiales, bengalas. ¿El motivo? Complicado de explicar.
Tomo un mototaxi. Por primera vez me toca compartirlo; somos 5 personas semisentadas en medio metro cuadrado de asiento; con un pie en el mototaxi y el otro volando y esquivando coches y gente...
Me pregunto en silencio por qué hay estatuitas de dioses hindúes e imágenes de Buda si los sikh son monoteístas, pero creo que no es momento de preguntarlo; no entiendo un carajo.
-¿Primera vez en la India?- me pregunta la mujer. Tendrá unos 40 años, es muy delgada, de piel bronceada y lleva un pequeño pendiente entre las cejas. Pantalones holgados, blusa de tirantes y sandalias. Por el acento, es española, y tiene toda la pinta de –como dice mi amigo Marcos- una perroflauta.