Durante más o menos un año, un español, un colombiano y un mexicano se reunieron cada dos sábados en algún bar de Cracovia para hablar de literatura –aunque a veces terminaban hablando del desgobierno polaco, de punk y neoporno, o del precio de la carne o cualquier tontería-. La Dead Poet Society cracoviana, bautizó al grupo la novia del español. No era exactamente un círculo literario pero los 3 inmigrantes acudieron contentos a cada una de las reuniones. Llegaron a pensar por momentos –al menos el mexicano así lo pensó- que aquellas reuniones de su triángulo literario durarían mucho. Ingenuos.
En cada reunión le tocaba a uno proponer la siguiente lectura y el bar donde se reunirían para hablar de dicho autor/libro. Casi siempre se proponían tres títulos y se votaba, y por supuesto, hubo libros que decepcionaron a todos, como El asco, de Horacio Castellanos Moya; libros brutales y fascinantes como El pájaro pintado –realismo mágico de los bosques de Europa del Este-, de Jerzy Kosiński; libros que en realidad ninguno entendió, como Extinción, de David Foster Wallace; libros musicales como Errante en la sombra, de Federico Andahazi; libros que los partieron de la risa como El ejército iluminado, de David Toscana y libros que los tres leyeron en diagonal como La modernidad líquida, de Zygmunt Bauman.
Como se puede observar, no tenían reparo en proponer cosas dispares, no había exquisiteces ni reglas. Casi todas fueron obras cortas, novelas de no más de 300 páginas. Exploraron los bares de Cracovia mientras comentaban a Capote, a Hemingway, a Ursula Le Guin, a Danilo Kiš.
Hoy fue su última reunión. Al mexicano le entró una crisis y decidió largarse del país y cargarse con ello a la Dead Poet Society cracoviana. El libro que había propuesto el español era Respiración artificial, de Ricardo Piglia, sin embargo ninguno de los 3 mencionó el libro. Se fueron a comer pizza y a beber cerveza y vodka, y hablaron del desgobierno polaco, de punk y postporno, de Cracovia y de sus bares. De Piglia nada, ni una sola palabra se dijo. Como si en silencio temieran que hacerlo sería realmente terminar con aquella sociedad cracoviana de inmigrantes poetas muertos; como si prefirieran dejar pendiente un libro del cual hablar la próxima vez –si algún día se encuentran de nuevo los tres-. O quizá simplemente lo olvidaron, quizá prefirieron irse a beber vodka y se les olvidó Piglia.
No es nada extraordinario; así pasa cuando tres inmigrantes se hacen amigos en un país que no es el suyo. Alguien acaba por irse. O todos.
Y duele. Duele elhijoeputa, duele como la chingada, duele de cojones.
¿Qué extrañas más de Cracovia? Le preguntarán al mexicano en unos días, y responderá que los cafés y los bares. No será mentira, pero habrá un paréntesis en su respuesta: los cafés y los bares (sobre todo cuando me reunía con un colombiano y un español a hablar de literatura).
…
5 marzo, 2017 at 7:23 pm
Grande como siempre. ¿A dónde te vas?
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9 marzo, 2017 at 11:27 am
Pues ni sé, Ramón. De momento en México y de aquí ya veremos a dónde. Un abrazo desde acá!
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