Yo pensaba que Palestina sería una zona de guerra, pero después de pasar todo el día con Jawad ya no sé ni qué pienso.
¿Planea usted visitar los territorios palestinos? Me pregunta el guardia al mirar mi pasaporte en la aduana del aeropuerto de Tel-Aviv. Por supuesto que no, respondo, quiero visitar Jerusalén, el mar Muerto, y si tengo tiempo, Galilea. Muy bien, responde devolviéndome mi pasaporte, disfrute su estancia.
Esa mentira hay que decir para que te dejen entrar a Israel, pero por supuesto que quería visitar Palestina. Ahí voy en realidad, a buscar ese mural original de Banksy, The Flower Chucker; a tratar de entender un poco todo lo que carga esa palabra, Palestina, aunque al final no entienda una mierda.
Los primeros días en Jerusalén los paso en casa de Asaf, un chico judío que se ofreció a hospedarme a través de couchsurfing.com. Muy simpático Asaf, y bastante bromista con el judaísmo. Él es mi guía en Jerusalén, me cuenta lo que él piensa del eterno conflicto con los palestinos, lo que opina su familia –bastante ortodoxa-, me habla durante horas de Israel, de los judíos, de aquello con lo que está de acuerdo y con lo que no, y responde a todas mis preguntas con humor y paciencia (mmm… eso sí no lo sé, yo sí como jamón, eso no lo cambio); me lleva incluso al barrio de los ultras, como él los llama: los judíos más ortodoxos (son peores que hinchas de futbol, dice Asaf al salir del barrio, con evidente molestia).
El guía del Free Walking Tour –un joven israelí- nos deja muy claro que no es recomendable ir a los territorios palestinos, que puede ser peligroso y que es muy complicado pasar los controles, el camino es largo, el transporte malo, etc. Pero Dean –un canadiense que conocí durante el tour- y yo, estamos empeñados en visitar Palestina, así que después de preguntar un poco aquí y allá logramos subirnos a un destartalado minibús hacia Belén, en la región palestina de Cisjordania.
Apenas bajar del minubús nos aborda una decena de taxistas ofreciendo sus servicios. Dean y yo nos miramos, ¿cómo, ya estamos en Palestina? ¿No hay ningún control? Pues no, ni controles ni soldados ni nada. Estamos en Palestina.
Acordamos con Jawad, uno de los taxistas, el precio por llevarnos a la parte del muro donde están algunos de los murales de Banksy, y a Beit Sahour, donde está The Flower Chucker.
Jawad nos lleva de un sitio a otro, nos cuenta historias de la ciudad, nos explica todo lo que le preguntamos. Es un hombre extremadamente alegre; nos habla de su familia, de lo que piensa del eterno conflicto con Israel; supongo que lo habrá explicado cientos de veces a cientos de turistas, pero igual se le ve alegre explicándole las cosas más básicas a dos inútiles que creen saber algo sobre Palestina.
Mientras Dean y yo recorremos un poco a lo largo del muro que divide Palestina e Israel, Jawad nos espera, se come una naranja, se acerca a nosotros y nos explica algún detalle que no hemos visto. Nosotros seguimos bombardeándolo con preguntas: ¿puedes cruzar el muro?, ¿puedes obtener el pasaporte jordano?, ¿hay servicios médicos para tus hijos?, ¿toda tu familia vive aquí?, ¿vienen o viven judíos de este lado?, ¿de qué es esa bandera?, espera espera, ¿estás diciendo que la iglesia donde está la cueva donde nació Jesucristo es administrada por musulmanes?
Dean y yo nos damos cuenta de que no sabemos un carajo sobre Palestina. Se hace de noche, queremos invitar a Jawad a cenar así que nos lleva a uno de sus lugares favoritos. Tal vez mi hermano y mi primo estén ahí. Es un pequeño comedor, Jawad nos presenta con los demás, hay niños corriendo entre las mesas, y el estofado que nos sirven está delicioso. Al salir caminamos los 3 por las calles del centro de Belén mientras Jawad continúa explicándonos un poco lo que abarca esa palabra, Palestina. Todo es extraño, lo que vemos, lo que hemos oído… el lugar donde nació Jesucristo, dentro de una ciudad musulmana, limitada por un muro hecho por un Estado judío.
Es casi medianoche, Jawad nos pregunta si queremos pasar la noche en Palestina, y nos ofrece una habitación extra en su casa, muy básica. Es una noche alegre y llena de hospitalidad con la familia de Jawad, su esposa, sus hijos y 3 de sus hermanos; bebemos té, Jawad nos traduce las preguntas de sus hijos; no hay muchos muebles en la casa, pero hay pan recién hecho y té, y eso es más que suficiente. Siento por segunda vez en mi vida esa rara mezcla de tristeza y agradecimiento, y ganas de llorar y de sonreír y de que esa noche no se acabe; de ver que la gente que tiene tan poco es capaz de ofrecerte tanto (lo sentí con Reza y con aquella familia de refugiados iraníes en Armenia). No tienen casi nada, y aun así se lo ofrecen a gente que no concen.
A la mañana siguiente Jawad nos lleva a uno de los puestos de control para que tomemos el minibús de regreso a Jerusalén. Hasta aquí puedo acompañarlos yo, nos dice al llegar al muro, en este checkpoint no puedo cruzar. El precio que acordamos con Jawad por el taxi durante todo el día anterior, es decir, por casi un día de trabajo, es menos de lo que cuesta un desayuno en Jerusalén, así que considerando la habitación y la comida, Dean y yo le damos 5 veces lo acordado. Jawad no dice nada, mira al suelo, luego sonríe y nos da un abrazo. Vuelvan cuando quieran, y se queda ahí, junto al gran muro de Palestina. Para salir sí hay controles, soldados muy bien armados, preguntas.
Palestinos cristianos, árabes judíos, israelíes musulmanes, judíos cisjordanos, asentamientos, territorios ocupados, Palestina, Cisjordania, Gaza, Hamás, Fatah, zona A, zona B, control civil, control militar, control militar restringido…
Dean y yo salimos de Palestina más confundidos de lo que estábamos al entrar. Mañana en Jerusalén nos confundiremos aún más, cuando entremos al Domo de la Roca y escuchemos que el segundo sitio más sagrado del islam –la roca desde la que Mahoma subió al cielo- es el mismo sitio donde Abraham iba a sacrificar a su hijo Isaac; que el ángel que llevó al Profeta del islam al cielo es el mismo que le anunció a María que esperaba al Hijo de Dios; que una de las paredes de esa gran mezquita de Jerusalén es también, por el otro lado, el muro del templo de Salomón –el lugar más sagrado del judaísmo-, y que a unos metros de ahí está el Santo Sepulcro, justo frente a otra mezquita, y que…
Israel y Palestina no pueden entenderse, no digo entre ellos sino ser entendidos por otros, y uno debe quedarse y más o menos formar sus juicios con lo poco que ha leído por ahí, con lo poco que ha visto en algún documental más o menos creíble, con la información que creemos saber filtrar y reconocer como fiable en el mar de Internet. Con lo poco que te cuenta un taxista.
Pero siempre es muy poco, y a veces no basta para entender ni siquiera lo esencial. Lo que te cuenta un taxista en Palestina siempre es poco.
Deja una respuesta