Si hoy te buscara -como quizá debí hacerlo hace 10 años-, y tú no tuvieras ningún él, y yo no tuviera ninguna ella?
Por cada risa entre amigos, un feminicidio; por cada beso, una bala; por cada abrazo, un desaparecido. Me da miedo volver a esta ciudad, esa es la verdad
Hace unos días te escribí un poema. Me tomó casi una tarde, un café y dos vodkas.
Ojalá vinieras un día. O tres. Un día de octubre, un día de enero, y un día de junio.
He sabido también que has hecho todo lo que has querido, que te casaste que lo amas y él a ti, que disfrutas tu trabajo, que tu familia está bien...
Y el problema no era que hablara de Sabines, sino que lo ensalzara hasta el hartazgo, sin darnos nunca un poema suyo para que lo conociéramos, o por lo menos alguna recomendación para acercarnos a su poesía. Durante más de ocho meses escuché hablar de la grandeza de Sabines, de la belleza invaluable, inimitable, inconmensurable de sus versos; Sabines el magnífico, Sabines el extraordinario ser humano, Sabines renovador de la poesía, Sabines el mejor poeta que han visto los siglos pasados y habrán de ver los venideros, Sabines hijo de Zeus, Sabines sentado a la derecha del Padre, Sabines reencarnación de Buda, Sabines más allá del Bien y del Mal, Sabines el inefable, el irrepetible, El Gran Sabines… sí, mi profesora tenía un problema con Jaime Sabines.
Tbilisi resulta más bien triste. Deprimente. Pero yo soy un chilango, y soy más de ciudades, y por muy fea o aburrida que me digan que es una capital, siempre quiero visitarla y comprobarlo.