Agnieszka viene a México este verano, y desde que lo acordamos pienso en si no debería mentirle un poco –o mucho- cuando llegue.
Con vergüenza, amor, con odio, con miedo, así se escribe poesía en el país que odia a las mujeres.
Tu amor por esta ciudad siempre sobrepasó toda convención. La fuerza que yo no tuve para quedarme tú la volviste semillas, abriste siempre tu pecho, a los tuyos y a los extraños, la ciudad te cubrió de besos y... Seguir leyendo →
Ella se va y yo entro a mi siguiente clase, pero durante el resto de la tarde sigo pensando en eso que he querido escribir desde hace ya más de un mes y no he podido. Sobre Ayotzinapa, sobre la marcha, sobre mi hermana Carmen.
Sé bien que no todo México es Playa del Carmen, que no toda la Ciudad de México es Coyoacán, Polanco y Xochimilco, que no todo aquí es folklore y alegría. Decir México es decir narcoestado, desaparecidos, violencia, racismo, pobreza, feminicidios. Decir México es decir Tlatlaya, Ayotzinapa, Tlalmanalco, San Juan Ixtayopan.
Ha sido un mes particularmente deprimente. Es la cuarta o quinta vez que comienzo a escribir este texto. Siento por momentos que las manos y el pecho y la garganta me laten de odio. Mentira. Debe de ser la sexta o séptima vez que empiezo este texto durante los últimos días. Y nada. Me quedo en blanco a los dos párrafos, lo borro todo, empiezo de nuevo, vuelvo a borrarlo. Y ese odio del pecho se vuelve desolación, y acabo cerrando mi lap top y yéndome a la cama.
Y ahí están, ahí siguen y van a seguir sucediendo todos los días mientras haya México y mexicanos. Son historias que en cualquier país civilizado asustarían, pero que en México son nuestro pan de cada día; peor aún, son historias que nos negamos a ver, y que negamos y escondemos ante el extranjero –y a menudo ante otros mexicanos-. ¿Qué van a pensar las visitas si ven este mugrero?
No sé qué tanto sigues las noticias de lo que pasa acá, no sé si te gusta saber lo que pasa acá; si el estar lejos hace que eches de menos todo o que al contrario, quieras desconectarte de toda esta porquería. No sé si te enteraste de lo que pasó en Chihuahua hace unos días, lo de los niños que estaban jugando. Sé que no te va a sorprender mucho, y si te lo cuento es porque lo que me pasa a mí ahora está muy relacionado con eso.
Nunca he vuelto a sentir esas ganas de matar a alguien. Fueron dos, quizá tres segundos, y estuve a punto de hacerlo, o por lo menos de intentarlo. A veces me pregunto qué hubiera pasado si…