Es el mejor día del año, y uno de mis sueños se me presenta en bandeja de plata. Mi amigo Nacho me dice que si quiero ser parte del jurado del jueves grasoso, o jueves gordo, como lo llaman en inglés (Fat Thursday). Y yo por un momento creo en un Dios bondadoso, aunque minutos después lo maldiga.
Viajamos en un tren nocturno a Moscú; llegamos a eso de las 4 am, y como el chico que nos hospedaría nos vería a eso del mediodía, aún tuvimos tiempo de ir a ver el Kremlin y la Plaza Roja casi vacía. Lo único abierto a esa hora era un McDonald´s, así que tuvimos que comernos un McDesayuno mientras mirábamos la tumba de Lenin. Irónico.
Darina llegó a Cracovia para hacer una estancia laboral casi el mismo día que yo. Se interesaba mucho por Latinoamérica, y me contaba historias sobre su ciudad, su gente y sus costumbres. Siempre encontramos más diferencias que similitudes. Un día antes de marcharse a su natal San Petesburgo me preguntó: ¿Crees que los rusos y los mexicanos se parezcan en algo, quiero decir, en algo de verdad esencial?