Ella estaba loca.

Yo huí.

 

Ella estaba llena de una locura

que se le salía por los poros,

por los besos,

por los puños.

 

Derramaba una locura voraz a cada paso.

 

Cómo no enamorarme de su locura,

podría haber dicho.

 

Pero en cambio,

salí huyendo.

 

Hay locuras que no enamoran,

hay locuras que asustan con las palabras,

locuras capaces de matar a medianoche,

locuras que aterran con la mirada.

 

La suya era de esas.