Yo tengo que fingir, cada semestre –entre muchas otras cosas-, que me importa que salvemos al planeta, que debemos hacer algo antes de que sea tarde. Pero no me lo creo ni por un segundo; estoy convencido de que ya es demasiado tarde, de que tenemos el planeta que nos merecemos, de que estamos destinados a extinguirnos y a cargarnos el planeta.
Daga. Cómo no querer pronunciar un nombre así. Cómo no querer develar el misterio de alguien que se presenta diciendo: soy Daga. Cómo no confundirse, cómo no quedar atrapado. Cómo no resultar herido por una mujer que se llama Daga. Con Daga todo fue un misterioso juego desde el principio; desde su nombre hasta su vientre y desde sus dedos hasta su historia. Y más misterio aún fue su lengua.
Cuando alguien me pregunta qué es lo que más extraño de México, respondo sin dudarlo que la comida y a algunas personas (mi familia inmediata y un puñado de amigos entrañables). Pero no es del todo cierto.