Alguien ama a Nancy.

 

No sé quién es,

y no sé tampoco si Nancy lo ame a él,

pero quienquiera que sea,

seguro que la ama.

 

Y lo siente,

también eso lo sé.

 

Ama a Nancy,

y lo siente.

No sé qué habrá hecho,

pero lo siente.

No hay duda.

 

Desconozco si Nancy tendrá los ojos tristes,

el cabello largo

o el pasado lleno de cicatrices,

si sonríe mientras se maquilla

o si sueña con irse a París,

pero sé que él la ama,

que la ama y que lo siente.

 

Y sé que Nancy frecuenta los andenes

de la estación del metro Mixcoac.

 

Ahí, en un rincón del andén sur,

tallada en la pared con una suerte de navaja,

está su historia,

tristísima,

inconclusa:

 

Nancy, te amo. Perdóname.